Tuesday, March 30, 2010

La pública intimidad de Glück

La poesía norteamericana, a veces, trasuda la idea de una nación consciente de ser potencia. Sus poetas se nos confiesan abiertamente. Son ambiciosos y en su intento logran agredirnos sin insultarnos. Ellos también saben que necesitan a sus lectores. Se nota un profesionalismo en sus artistas que no es moneda común en otros países.
Louise Glück puede enmarcarse en este grupo. Consciente de estar en la misma tradición norteamericana de Emily Dickinson, esta poeta nos habla de las pequeñas cosas. Pero no de las pequeñas cosas en general, si no de “sus” pequeñas cosas. En el Iris salvaje el diálogo con el lector es constante. Le habla a sabiendas de que no tendrá respuesta. Sin ilusión pero con la sensación de haber cumplido una misión personal. No de salvación, sino de alivio y desahogo.
Los versos conversan sobre destellos, el aguante, las tristeza, el sufrimiento y los errores. Pasean hijos y plantas, capítulos dispersos de su biografía. Lo abstracto con lo real en una danza incesante.
Hay terredad, pero a su vez la conciencia del aire, de lo etéreo.
Esa es la cotidianidad de Glück, su intimidad pública. La que comparte con sus lectores.
Incluso cuando todo parece estar perdido.
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