Wednesday, February 17, 2010

Fecundidad en lo baldío

Cuánta fecundidad hay en la tierra baldía. Al leer los versos de Eliot no quedan dudas del poder de la poesía: jugar con las palabras y encontrar la belleza en la desolación total. Si no, ¿por qué tiene que ser La tierra baldía lo más cercano a un sinónimo de oxímoron?

Entre truenos, fichas de ajedrez y entierros, los 433 versos se pasean por la memoria, los mitos, las ausencias y la palabra bien ubicada. De Eliot se rememora su relación con Ezra Pound, a quien le dedicó La tierra baldía, y lo mucho que éste último alentó al autor de Asesinato en la catedral para lanzarse a la arena de la publicación poética.

La tierra baldía está estructura en cinco partes, a saber: El entierro de los muertos, Una partida de ajedrez, Sermón del fuego, Muerte por agua y Lo que dijo el trueno. Está construido bajo la forma de un verso libre, aunque Eliot dijera que ninguno podía aspirar a serlo cuando su autor se planteara hacer un buen trabajo, y patentiza la angustia y decadencia de una generación sumida en los escombros de la postguerra.

Su personaje principal, Tiresias, ciego y vidente a partes iguales, es una metáfora de la condición humana. En él Eliot encarna e intenta el milagro de ver a los hombres con la impotencia de ya no ser uno de ellos. Poliédrico, y a ratos babélico, el escrito rompe esquemas e integra una nueva forma de entender la poesía del siglo XX. De alguna manera, el mismo autor cumplió un principio deicida a la hora de cincelar versos. Ya el mismo comienzo da una idea de la trasgresión, en donde el mes que brinda la primavera es tachado de cruel. Quizás por eso esta tierra baldía con la lectura resulte ser tan fértil.

Es una suerte que la historia haya sido justa en el caso de Eliot (como también lo fue con Samuel Becket). Textos como Ash Wednesday, Old Possum’s Book of Practical Cats, Four Quartets, The Cocktail Party o The Confidential Clerk fueron primordiales para el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura de 1948.
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Tuesday, February 16, 2010

Una partida de ajedrez.

TS Elliot

Una partida de ajedrez.

Si se investiga un poco sobre este poema de TS Eliot se puede uno encontrar con varios datos llamativos. Uno de ellos es que, el origen del nombre “Una partida de ajedrez”, se debe a que el dramaturgo del siglo XVII, Thomas Middleton, había escrito ya dos de sus obras con este mismo nombre y las cuales, muy seguramente, le sirvieron de inspiración a Eliot cuando adelantaba estudios en Oxford en sus años mozos. Pero estos no son simplemente datos llamativos para darle una entrada a este ensayo. No. Este dato nos sirve para contextualizarnos en la lectura de la obra.

Este poema, tal como muchas obras de teatro, se divide por escenas. Es decir, es un poema dividido en dos, en dos escenarios, dos conflictos y dos maneras distintas de contar cada una de estas escenas imprimiéndole a la forma del mismo cierto aire de teatralidad.

En la primera escena, el comienzo del poema, se describe, de forma detallada y extendida, un lugar y la situación de un personaje:

“La silla en que estaba sentada, como un bruñido trono,
se reflejaba en el mármol, donde el espejo
de soportes labrados con pámpanos y racimos
entre los cuales un Cupido dorado se asomaba
(otro ocultaba sus ojos bajo el ala)
copiaba las llamas de los candelabros de siete brazos
que arrojaban su luz sobre la mesa mientras
el brillo de sus joyas, desbordando profusamente
de los estuches de raso, subió a su encuentro.
En redomas de marfil y cristal policromo,
destapadas, acechaban sus raros perfumes sintéticos,
ungüentos, en polvo o líquidos -turbando, confundiendo
y ahogando los sentidos en olor; agitados por el aire
fresco que soplaba de la ventana, ascendían,
alimentando las alargadas llamas de las velas,
proyectando sus humos sobre los laquearios,
animando los diseños del artesonado techo.”

El poeta juega acá con la forma del poema y no parece seguir un patrón métrico, pareciera como si su única preocupación fuera describir el detalle y es por eso que en ocasiones, en el ejercicio de la lectura, se puede confundir con la prosa. Luego, para reforzar esa impresión que puede ser sólo mía, Eliot pone a dialogar a los personajes que a todas luces son dos amantes:

“Se oyeron pasos en la escalera.
Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, sus cabellos
se cruzaron en puntos ígneos,
brillaron en palabras y se aquietaron salvajemente.

"Estoy nerviosa esta noche. Muy nerviosa. Quédate conmigo.
Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué piensas: Piensas."

Creo que nos hallamos en la calleja de las ratas
donde los muertos perdieron sus huesos.

"¿Qué ruido es ese?"
El viento bajo la puerta.
"¿Qué ruido es ese ahora? ¿Qué hace el viento?"
Nada, como siempre. Nada.
"¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No
te acuerdas
de nada?"

Recuerdo
que esas perlas fueron sus ojos.
¿Estás viva o no ? ¿No hay nada en tu cabeza?
Pero
O O O O ese aire Shakespeareriano:
es tan elegante
tan inteligente.

¿Qué haré ahora ? ¿Qué haré?
¿Salir tal como estoy y andar por la calle
así sin peinar? ¿Qué haremos mañana?
¿Qué haremos siempre?'
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando nuestros ojos sin párpados, esperando que llamen a la puerta.”

La forma del diálogo obviamente pretende ser más poética que la descripción de la escena en cuanto a la forma se refiere pero, y repito que puede ser sólo una impresión mía, el texto tiene bastantes vínculos (¿deudas?) con la prosa.

En este punto la escena se acaba y Eliot nos lleva, en un solo verso, al otro extremo. Nos sitúa luego en otro escenario, contrastado con el primero el cual era bastante rimbombante, rococó y estrafalario. Estamos en una conversación entre amigas donde una le trata de hacer entender a la otra las altas posibilidades que su marido la deje cuando vea que ella no pudo comprarse un diente postizo con el dinero que él le había mandado. Digo entonces que es contrastante pues, además del cambio en cuanto a la temática (un absurdo jocoso a mi manera de ver) se puede ver que entre la primera escena y la segunda existe un abismo socioeconómico gigante. Tal vez la intensión de Eliot era precisamente esa, dejar expreso en su poema las diferencias sociales que existen en cualquier ciudad del mundo.

“Cuando licenciaron al marido de Lil, yo dije
y no pesé mis palabras, lo dije sin ambages,
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Ahora Alberto va a regresar, procura lucir mejor.
Él querrá saber qué hiciste con el dinero que te dio
para arreglarte los dientes. Te lo dio, yo estaba allí:
que te los extraigan todos, Lil, y que te pongan una buena dentadura,
dijo él , juro que no puedo soportar mirarte.
Y yo tampoco, dije yo; piensa en el pobre Alberto,
que ha estado en el ejército durante cuatro años, quiere divertirse,
y si no lo hace contigo, ya encontrara otras, dije yo.”

Otra cosa novedosa en materia de forma de esta segunda parte es un leiv motiv incluido en los versos que, además de ritmo, le imprime otro toque de gracia al poema. Constantemente la frase: “DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORAestá interrumpiendo y partiendo la conversación entre los personajes. Al principio el lector no puede captar del todo la idea pero, el final, con la seguidilla de despedidas:

“Buenas noches, Bill. Buenas noches, Lou. Buenas noches,
May. Buenas noches.
Adiós, adiós. Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, adorables señoras,
buenas noches, buenas noches.”

Puede uno constatar que el escenario se trataba de un lugar, (un bar, un café) que estaba a punto de cerrar. Me parece un acierto esto pues, tal cual pasa en las obras de teatro, y en la vida misma, hay un sonido ambiente que rodea las escenas que le imprime más veracidad a las situaciones plateadas.

Es un excelente poema este de Eliot, es excelente pues logra captar la esencia de dos mundos distantes y la expresa de una manera fiel, vívida, bastante visual.

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ENTRE DOS FUERZAS

(Análisis de Tierra Baldía, con énfasis en El Entierro de los muertos)
Julio César Pérez Méndez

La primera tensión en tierra baldía se refleja a través de la caracterización que el poeta hace de Abril, en el verso inicial.
El lector siente que afectan la prefiguración que habita en su mente (y que le han impuesto decenas de repeticiones sobre ese mes: Esperanza, colorido, resurgir); pues el autor expresa en forma clara, que para él, ese es el mes más cruel, cuando el lugar común lo ubica como el más cándido. No obstante, una vez postula su juicio, vuelve a los viejos referentes, pues recuerda que es la época de la germinación…más lo que brota son lilas, pero… de la tierra muerta.
Notamos entonces, que se trata de un ir y venir entre lo que está preconcebido (casi como símbolo), y los aguijonazos que lo perturban. La prueba: mezcla recuerdos y anhelos, es decir: pasado y presente, y más allá: la vorágine en que se funden lo que es imposible recuperar y la insistencia en ponerle velas y oraciones al porvenir.
Otros versos, sirven como nuevos eslabones a la cadena: (despierta) inertes raíces con lluvias primaverales; el invierno nos mantuvo cálidos; nutriendo una pequeña vida con tubérculos secos.
El autor embarca al lector en una balsa y lo deja navegar a la deriva, jugando con él a ocultarle y mostrarle la isla que lo salvará. De esa manera, logra gobernarlo, pues zarandeado en sus preconceptos, siente el morbo por indagar en el desarrollo y desenlace del poema. Asimismo, 4 adjetivos son determinantes para redondear la intención de esterilidad que recorre ese primer trayecto poético y marcan la pauta de la lectura: muerta, inerte, olvidadiza, seco.
La segunda tensión surge del vértigo formal. El poema es una carretera con múltiples curvas y paisajes que invita a recorrerla con el pie en el acelerador: Los cambios son frecuentes…y arriesgados: mención a tres estaciones en la estrofa de entrada, identificación de quien narra, alternación de idiomas, inclusión de referencias lejanas (cuando éramos niños, mi primo…), incorporación de cuestionamientos y reflexiones, etc.
Dicho recurso es osado. En primer lugar porque si bien por un lado puede suscitar interés, por otro puede darle paso al aburrimiento. En especial, por el hecho de ser un poema a ratos críptico, que se nutre de la intertextualidad e incorpora metareferencias. De Madame Sosostris, por ejemplo, dice Patricia Sloane (1): "Eliot indicó que el nombre de la señora Sosostris es una adaptación de un episodio de Crome Yellow Huxley. En el episodio de Huxley, un hombre se viste como una mujer. ¿Es Madame Sosostris, según Huxley, un hombre vestido como mujer? Como a menudo se ha señalado, Madame Sosotris tiene un nombre masculino, adaptado del faraón del Éxodo, que mantuvo los hijos de Israel en cautiverio. Los griegos llamaron el Faraón del Éxodo Seostris. Los egipcios lo llamaban Ramsés II ".

Con esos elementos, entre otros, se construyó un poema signado por dos factores que se complementan como fuerzas terrestres: Por un lado una centrífuga que intenta hacer explotar al poema en el rostro y la mente del lector, perturbarlo, ofender su cotidianeidad y sus figuraciones; y por otro una centrípeta, que lo mantiene sujeto al centro y lo estabiliza a través del balance entre equilibrio y desequilibrio que contribuye a la construcción de un universo, que aunque incompleto, logramos percibir como una totalidad.





(1). Patricia Sloane: "Notes and Obserations on T.S. Eliot's Early Poems". In part 12, "Ambiguous Gender,"
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Monday, February 15, 2010

Tierra Baldía

Por: Rubén Varona

"Abril es el mes más cruel, criando
lilas de la tierra muerta, mezclando
memoria y deseo, removiendo
turbias raíces con lluvia de primavera".

Algunos críticos literarios y muchos escritores, consideran que un cultor de la escritura debe desarrollar una obra para sí mismo, como modo de liberación, de exorcizar sus propios demonios, sin la camisa de fuerza de obligarse a pensar en un público determinado que pueda coartar su obra. No voy a entrar en esa discusión estéril; pero partiendo de la convicción de que un autor escribe envenenado por sus musas, pero a la vez, con la vanidosa pretensión de que alguien más lo lea, lo cual lo obliga a producir textos de calidad, en los siguientes párrafos daré mi impresión acerca del tipo de lectores que buscaba T. S. Eliot, al escribir Waste Land (1.922), una de las obras maestras de la poesía del siglo XX.
Al leer y releer dicho poema de 433 versos, dividido en 5 partes, a Dios gracias no he logrado formarme una única opinión del texto, y en una nueva lectura cada vez más “atornillado” a los versos, he llegado a inquietarme al estar frente a un autor que configura su universo creativo a partir de la yuxtaposición de situaciones baladíes con decenas de referencias culturales complejas (mitos, lenguas, religiones, oriente, occidente, etc.).
Son muchos los interrogantes que me surgen a raíz de la estrategia empleada por Eliot, para capturar en sus versos el pesimismo de comienzos de siglo XX, de una generación desencantada luego de los horrores de la Primera Guerra Mundial; lo cierto es que dicha gama de contrastes y alusiones eruditas, tienen la propiedad de despojar con su encanto la complejidad que encierra la vida, para recrearla en un lenguaje poético: ¿De qué otra forma sí no es a partir de interacciones y referencias culturales se podría capturar en unos versos o en una ficción la complejidad del mundo moderno?
Por supuesto, lo anterior exige de lectores competentes que además de poseer un background de lecturas y conocimientos sobre hitos de la cultura universal, tengan la sensibilidad necesaria para “vivir” a través de la recreación del lenguaje, la inmensa soledad, el desarraigo y sobre todo, la búsqueda del sentido que Eliot nos propone.
En Waste Land o Tierra Baldía como se conoce en español, encontramos los mitos de Diana, de Tiresias, de Filomena, junto a referencias religiosas como la del Sermón del Fuego, y los apóstoles en el Camino de Emáus. Llama la atención leer versos en varias lenguas como alemán, latín, francés, griego, italiano, sánscrito, pero también algunas líneas enteras de poetas de que el autor se confiesa admirador, como Baudelaire, Shakespeare y el mismísimo Dante.
Ea, pues, amigos lectores, esta es una invitación para revivir a Eliot con ojos posmodernos y a la vez, para disfrutar descomplejizando su pasmoso universo.
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Sunday, February 14, 2010

Duineser Elegien: The everlasting and the ephemeral

To read Rainer Maria Rilke’s work might be considered not an easy task for some. Undoubtedly, there are those who regard his metaphysical poetry as complicated and obscure. Hermetic, even. I know this because I was one of those who once fought for clarity and distinction. However, like a terrible angel hovering over the castle in Duino, the Duineser Elegien remain a strong presence in today’s poetry. But how can we aspire to understand what we have not ventured into? We must unthread his words in order to get closer to the ineffable.
In doing so, I’ve come to learn that there are many constant concepts and figures throughout the elegies that allude to the mortal and the divine, especially angels. However, Rilke’s angelic creature seems greatly distant from any religious preconception: it’s the thin line, the translucent threshold he constructs between the everlasting and the ephemeral that lets us see these angels as a transcendental form of human existence, desolately gazing at the limitations and deficiencies of our ephemeral society.


Finally they have no more need of us, the early-departed,

weaned gently from earthly things, as one outgrows

the mother’s mild breast. But we, needing

such great secrets, for whom sadness is often

the source of a blessed progress, could we exist without them?



The poet, while pointing the difference between us, the mortals, and them, the divine, suggests in the first two lines of this stanza that having crossed to the realm of death, these angels are nothing more than humans stripped of their humanity. But, could we exist without them? Although the question posed by Rilke is left unanswered, we, the mortal, the ephemeral, can rely on the promise that we will be rewarded by death, who will bestow upon us the eternal, the majestic yet fierce and terrible form of the angel.

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