Wednesday, November 21, 2012

No sé

Adagio -Entonces qué ¿me vas a seguir amando?. -Sí, yo te amo, ¿y tú?. -No. La cascada adornaba cuesta abajo. Poco encajaba aquella noche , empero, yo veía perfección en cada línea. Ordené a los sentidos reacomodar el escenario. Las nubes si alcanzaban mis ojos pero a él parecía sobresalirle la cabeza, daba la espalda a la caída del agua mientras fragmentos de su juventud extraviada le eran devueltos. El mantel perla sutraía el innecesario blanco, la intercesora botella de vino saltaba haciendo añicos el sutil recuerdo mío sobre él. Cuánto había idealizado su figura, con cuánto fervor y devoción las pausas esperaban el reencuentro. ¿Era el ideal sólo mío? ¿A dónde había escapado la letanía que nos creó? ¿El tiempo de abandonar el atrio había llegado?. Él no me amaba, entonces, ¿qué hacía yo ahí? Decidí permanecer. La enorme ventana me invitaba a recordar el presente, volver a la perfección en la puesta. Insulsa de mí, había olvidado el lado de la chimenea apagada, esa también formaba parte del adagio. El montículo de leños se burlaba de la mujer aprisionada, la encarnaban en su aroma a tierra extraña, vengativa. Al instante su mano articulaba la palabra ,insensata, repetía en meticulosa sobriedad. Su voz fue silencio. Los labios dirigían la orquesta a la siguiente nota . Me negué a escuchar el compás, a cambio nos vi caminar en semicírculos, a punto de arrullar el diálogo desgastado en el tiempo y la presencia disímbola. El ritmo de los fantasmas aceleraba, ahora tenía nombre, apellido, celos del sosiego. ¿Quién había osado transformar nuestros versos? ¿Quién los agonizaban?. Arrepentida de mi confesión, rodeada de la otra realidad, la única que él solía ver, renací en la pasión, alejada del adagio.
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