Tuesday, February 23, 2010

In Garcia Lorca's "Lament for Ignacio Sanchez Mejias" the repetition of word and image create a rythm, passing of time, and a sense of the sacred. It investigates the connections between the physical and the sacred in a way that illustrates a distinct progression of time.

The repetition of "las cinco en la tarde" throughout the first part of the poem "La cogida y la muerte" creates a rythm that grounds the reader in a scene that is both incorporeal and illusive. The use of images and abstractions throughout the poem, the pendulum like transition back and forth between the two throughout the poem helps enforce this rythm. The rythm, once established, helps to create an atmosphere to approaches the sacred. It becomes prayer like, a sort of sacred chant to commemorate the dead man.

The connection between the physical and the sacred- the transition from one to the other is marked in this airy, illusory space between the two places. The idea of transition is also reflected in the titles of each section.
read more...

A propósito de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

Por: Oscar Godoy Barbosa

La muerte es el tema esencial de esta elegía del español Federico García Lorca. Muerte porque es el trágico final de un torero, Ignacio Sánchez Mejía, el que da origen, fuerza y cadencia al poema. Y elegía porque es un lamento, una queja que pone de manifiesto la tristeza del poeta por el amigo fallecido en el ruedo.

Ignacio Sánchez Mejías ha muerto, nos dice el poeta desde el título, pues solamente se llora por aquellos que nos dejan. Y ha muerto en ese escenario entre festivo, trágico y palpitante, íntimamente ligado con la esencia española, esa especie de ritual público en el que se enfrentan el hombre y la muerte: la corrida de toros.

El Llanto se compone de cuatro poemas, cuatro momentos de la tragedia. En el primero, La cogida y la muerte, nos encontramos ante el instante preciso en que el torero, tras ser embestido por el animal, fallece sobre la arena. Un verso se repite constantemente, como un eco, una sonoridad que el poeta desea reiterar una y otra vez, como si quisiera grabar en la memoria del lector lo ocurrido en una hora precisa: “A las cinco de la tarde”.

De alguna manera, este verso es como una campana de duelo que suena una y otra vez, a medida que la vida se extingue. Y se intercala con versos de gran fuerza, que van mostrando la magnitud de lo que ocurre (“Lo demás era muerte y solo muerte”/ “¡Y el toro, solo corazón arriba!”), la agonía (“Cuando el sudor de nieve fue llegando” / “La muerte puso huevos en la herida” / “Las heridas quemaban como soles”), y la consumación de la tragedia (“¡Eran las cinco en todos los relojes!” / “¡Eran las cinco en sombra de la tarde!”).

El segundo poema, La sangre derramada, como el anterior, también reitera un verso, pero con una intención distinta. En este caso, la línea “¡Que no quiero verla!” es la negativa del poeta a ver la sangre del torero sobre la arena. Es el momento de la negación, de no querer aceptar la llegada de la muerte.
En lugar de aceptar la muerte, el poeta prefiere hacer en este poema un homenaje al torero. La quinta estrofa, la más larga, está dedicada justamente a evocarlo en la muerte (“Por las gradas sube Ignacio/con toda su muerte a cuestas /Buscaba el amanecer /y el amanecer no era”), y a ensalzar su valentía y su calidad humana (“Como un río de leones / su maravillosa fuerza / y como un torso de mármol / su dibujada prudencia”). Y lamenta, finalmente, la sangre derramada (“Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas”), esa sangre que la voz narrativa lo reitera, no quiere ver.

El tercer poema, Cuerpo presente, parte también de una reiteración: la idea de la piedra como una especie de altar que permanece, sobre el que se deslizan los años y las vidas (“La piedra es una espalda para llevar al tiempo”). Y en esa piedra que es como un altar se encuentra ahora el cuerpo inerte de Ignacio Sánchez Mejía (“Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido”).

“Ya se acabó”, afirma el poeta, como si hubiera llegado al fin el momento de la aceptación de la muerte, tan evidente y sólida como la piedra. El poeta quiere, además, que toda la gente mire el cadáver (“Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura”) y que le indiquen la manera de llevarlo a su última morada (“Yo quiero que me enseñen dónde está la salida / para este capitán atado por la muerte”). Y manifiesta, por último, el deseo de que el hombre muerto acepte su condición y descanse en paz (“No quiero que le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre con la muerte que lleva / Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido / Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!”).

Cuando morimos, la vida sigue. Y los vivos, tarde o temprano, dejan atrás a los muertos. Por eso el cuarto poema, Alma ausente, reitera una y otra vez la idea de que al torero muerto ya no lo conoce nadie (“No te conoce el toro ni la higuera”), con una afirmación ya inapelable: “porque te has muerto para siempre”. Pero ante esa dura realidad del olvido, el poeta se afirma como aquel que guardará la memoria (“No te conoce nadie. No. Pero yo te canto”) del amigo.

¿Y qué es la poesía, en este caso, sino una bella manera de guardar la memoria de los que parten en la muerte? García Lorca traza, en esta obra, un recorrido que no solo es semblanza y homenaje, admiración y dolor, lamento y comprensión, por el torero fallecido, sino también una parábola de la condición humana, de la fragilidad de la vida y la acechanza permanente de la muerte y el olvido.
read more...

¡Santo Moloch acompañé a quienes aullaron en Rockland!

Por Margarita Ruiz Soto

Paseo por HOWL de Allen GINSBERG -1955-1956

(Utilizo la traducción de Xoán Abeleira para el lector hispanoparlante)


I. “(…) hasta después del mediodía escuchando el crujido del funesto destino”.


Howl es el poder del vértigo que produce la locura sin retorno. Constata el delirio de una época en que se rompieron todos los límites de manera colectiva. No se trataba del artista visionario que iba más allá de su época invocando un sentir futuro, no! Howl fue el aullido de un colectivo que se desgarró y nos dejó la sensación de no poder ir más allá. Hoy, la locura emerge en el poema para robar a su generación de la muerte.

Ginsberg aúlla desde los límites de la carne y la mente humanas, y en su desesperanza llama al alma a presenciar el espectáculo. Howl constata la “pérdida de la partida” y llega a nosotros “para recrear la sintaxis y el ritmo de la pobre prosa humana”.

Como en un acta notarial va sumando no ya metáforas sino imágenes que pueden estar en la memoria de cualquiera, que pasean nuestra imaginación filogenética desde los rincones de la memoria colectiva de todo aquel que vivió en la segunda mitad del siglo XX y que probó las drogas y los libros y Oriente y las plantas maestras y la sed de destino. Con ritmo vertiginoso, Ginsberg suma, suma, suma y sigue sumando hasta agotar el listado, sin comas, ni mayúsculas, sin quiebres del verso que llega hasta el límite de la página impresa. Sólo una discreta coma (,) al final de cada imagen-acto.

El poeta reconoce que está “(…) escribiendo aquí lo que debería quedar sin decir en el tiempo posterior a la muerte”. Pero la urgencia poética lo asalta. Allí vemos la senda de la locura colectiva: la desmesura, la ruta espiritual perdida y anhelada, la alucinación, el éxtasis, el ciudadano del mundo sediento de verdad ajena y ancestral, y sediento de justicia y paz.

Ginsberg había nacido en 1926, así que era un joven de 29 años cuando escribió Howl. Con esta poesía expansiva, como la llamó él mismo, realiza una brillante acta de la destrucción emocional de su generación; es una poderosa blasfemia que invita a confiar en la visión poética del abismo.

Un diálogo con la cultura anglo, desde W. Blake hasta las calles de los EEUU. Donde tenemos la sensación que ese “Te­rror a través de la pared” acecha. Aquí vemos cómo él y los suyos “chillaron a gusto en los coches de policía por no cometer más crimen que el de su propia salvaje pederastia e intoxicación”. Con Ginsberg asistimos al espectáculo urgente de una generación compelida a develar sus crímenes contra sí misma y espiar sus culpas en la voz del poeta que canta al sufrimiento de la mente desnuda de América”.

¿Qué hace Ginsberg ante dicho sufrimiento? Toma nota, nombra, hace emerger en la palabra eufórica un evento tras otro: hace un inventario. Howl es constatación Gracias a él sabemos qué pensaba, que sentía, qué hacía su grupo generacional. Las entidades metafísicas que acompañan al poeta -el alma, el Tiempo y el Espacio, los ángeles y arcángeles- resguardan lo único que sobrevive la auto destrucción: el espíritu de su amor por Carl Solomon.

II. ¡Moloch el severo juez del ser humano!

En versos libres, rápidos, urgidos que sólo paran para tomar aliento, Ginsberg evoca a Moloch, dios y sacrificio. La esfinge de América que devora; el dios que juzga, acompaña y condena.

Moloch que lo es todo, está en todas partes, es el gran dios norteamericano que mueve el mecanismo demencial en su gigantismo y capacidad de destrucción. Moloch es la razón pública de ser de Norteamérica, que todo lo gobierna, la esfinge monstruosa que Ginsberg desnuda verso tras verso.

¡Moloch cuyo amor es petróleo y piedra sin fin!

(…) ¡todo arrastrado por el río estadounidense!

Y vuelve a su generación con quienes marca el ritmo de la historia de Norteamérica: ¡Loca generación! ¡despeñándose por los precipicios del Tiempo!


III. Carl Solomon! I´m with you in Rockland!

Estoy contigo en Rockland”, es el estribillo de esta tercera parte. Esta Tierra-de-Roca aparece como la alucinación que los acompaña. El escenario para una puesta en escena.

Los críticos dicen que Ginsberg fue el poeta del Beat Movement, junto a Jack Kerouac, William Burroughs, y otros, y se refieren a Howl como el poema épico del movimiento que lanzó a Ginsberg a su activismo contra el autoritarismo. Si con él nació su lucha, su lucha nació derrotada:

Estoy contigo en Rockland
donde gritas embutido en una camisa de fuerza que estás perdiendo la partida del actual y verdadero ping pong del abismo

¿Qué podemos decir 50 años después, sabiendo que el Moloch norteamericano continúa devorando bienes naturales y simbólicos en su piedra sacrificial? ¿Qué podemos sentir los que hemos crecido en el corazón del ping pong del abismo, simbólico y material?

Una clave de luz que subyace a la derrota, para resurgir una y otra vez, podría ser nuestra respuesta. Y Allen Ginsberg bien lo sabía, por ello nos deja la nota de página.

IV. ¡Santa la súper natural extra brillante inteligente bondad del alma!

¡Santa mi madre en ese asilo de dementes!

¡Santas las soledades de los rascacielos y de las aceras!

¡Santa la súper natural extra brillante inteligente bondad del alma!

Su nota de pie de página (Footnote to Howl) es otra constatación demencial y lúcida de su urgencia mística. Quiero pensar que la verdad que encierra transmuta el poder del vértigo que produce la locura sin retorno y abre una puerta para todos en todos los tiempos.

read more...