Wednesday, April 21, 2010

Hechizo seco, de Kevin Young


The Dry Spell, en inglés, lo encuentras abajo)
Por Margarita Ruiz-Soto

Cuando no perteneces a un país, a una cultura, a una región, tu lectura de piezas poéticas como The Dry Spell, de Kevin Young exige proyectar sobre el texto los límites de tu propia historia (Tu propia ignorancia podrían decir algunos). Kevin Young (1970, Lincoln, Nebraska) se conoce como poeta del Blues y muchos de sus poemas reposan en la horma acústica de esta tradición.
La poeta Lucille Clifton dijo “El talento que tiene Young para narrar y entender la música inherente a la tradición oral de la lengua recrea para nosotros una historia íntima, tan poderosa como auténtica y norteamericana” (La traducción es nuestra; el texto fue tomado de www.poets.org)
EL poder cultural y familiar de la comida; la textura del clima estacional y el ritual del vestir al compás de los vientos locales y personales; el hábito amoroso de los cuerpos. El ciclo primigenio de regar y ser regada; la mirada del tercero, el poeta que atisba, que se deleita en la cadencia de los días, y se comprende en la tradición de sus mayores. (Allá el Blues; aquí sus abuelos).
Una voz narrativa en tercera persona, interpelada por el yo del poeta (“so can I”, tercera línea en la tercera estrofa) que se diluye en la palabra del abuelo. Tres estrofas; tres sucesos; tres presencias. Podríamos decir entonces que es un poema trinitario. Cielo y Tierra se bisquejan, de cuya unión provienen la semilla y la prole humana. Linaje, fluir de una historia que se continúa.
Volvemos al inicio: Young inscribe el jadear de sus versos en la corriente de celebración de la tradición a la pertenece. Y para lograrlo es abismalmente actual. Su lírica en Jelly Roll : A Blues (2003) es la evidencia. Actualidad que escapa a mi comprensión, su literalidad anglosajona desborda mi parco bilingüismo. Por ello les deseo con la mejor de las lecturas, aquella limpia de mi palabrear.

Abril 20 de 2010
Margarita Flora Ruiz-Soto
El Paso, Texas.

The Dry Spell
by Kevin Young


Waking early
with the warming house
my grandmother knew what to do
taking care not to wake
Da Da she cooked up a storm
in darkness adding silent spices
and hot sauce

to stay cool. She ate later, alone
after the children had been gathered
and made to eat
her red eggs. Da Da rose
late, long after
the roosters had crowed
his name, clearing
an ashy throat
pulling on long
wooly underwear
to make him sweat

even more. The fields have gone
long enough without water
he liked to say, so can I
and when he returned
pounds heavier
from those thirsty fields
he was even cooler
losing each soaked
woolen skin
to the floor, dropping
naked rain in his
wife’s earthen arms.
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