Un árbol viejo desnudo en invierno
asoma despacio su piel sin pájaros
y recoge la sombra que arropa al muerto
En la noche soporta los rasguños del viento
trasteando obstinado su soledad sin ácaros
un árbol viejo desnudo en invierno
Espera en silencio el corte de hierro
que vigila los parques, abriendo claros
y recoge la sombra que arropa al muerto
Exhuma en su rictus un sabor eterno
bebido en el vientre de jugos amargos
Un árbol viejo desnudo en invierno
semeja la fuerza del sempiterno
guardando sus lágrimas en curtidos cántaros
y recoge la sombra que arropa al muerto
Un hombre viejo, mudo, sediento
olvidó las horas que ayer fueron tiempo
Un árbol viejo desnudo en invierno
recoge la sombra que arropa su cuerpo
Flora Soto
Enero 2010
La forma no lo es todo. Pero ayuda.
Dicho así no tiene sentido. En cambio, cuando se habla de poesía, el matiz agarra justificación. Al desmenuzar un soneto, muchas de las preguntas se responden por sí solas. Con un villanelle la confirmación abunda en resonancias ineludibles.
Para quienes no estén relacionados con el concepto, sólo hace falta imaginar una estructura poética de 19 versos, divididos en 5 tercetos y 1 cuarteto. A esto le sumamos la constante propia de su naturaleza: el primer verso y el último de la primera estrofa se repiten, alternadamente, en los últimos versos de las restantes, a excepción de las dos postreras líneas en donde ambos reaparecen.
La poeta colombiana Flora Soto nos regala un ejemplo en Invierno, su primer y único villanelle hasta la fecha, en donde, contrario a su propuesta, experimenta sobre este esquema como prueba última hacia la afirmación de T.S. Eliot: una estructura fija contribuye a volcar los sentimientos más hondos pero enfocándose en el dominio de la forma.
Los versos “Un árbol viejo desnudo en invierno” y “y recoge la sombra que arropa al muerto” se alternan para crear el efecto deseado en un poema de desolación, sentimiento y finitud. En el mismo Soto alterna líneas tamizadas de sugerencias como “asoma despacio su piel sin pájaros” (acaso la mejor de todo Invierno), en la utilización de un lenguaje sensorial pleno, en el sonido de la vocal o para crear una música constante y en eventuales palabras esdrújulas como lágrimas, pájaros, ácaros o cántaros que logran melodías.
Es probable que para algunos ésta sea una muestra sólo admisible para los lectores incondicionales de Soto, sin embargo, la misma no está exenta de riesgo y sinceridad. Es probable que sin estos requisitos, sea imposible la existencia del misterio poético, incluso, cuando en el intento se tropiece varias veces y haya que volverse a levantar.
Sí, así mismo como sucede con el árbol viejo que soporta rasguños y arremolina arenisca… pero, eso sí, sin nunca descuidar su sombra.
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