(Análisis de Tierra Baldía, con énfasis en El Entierro de los muertos)
Julio César Pérez Méndez
La primera tensión en tierra baldía se refleja a través de la caracterización que el poeta hace de Abril, en el verso inicial.
El lector siente que afectan la prefiguración que habita en su mente (y que le han impuesto decenas de repeticiones sobre ese mes: Esperanza, colorido, resurgir); pues el autor expresa en forma clara, que para él, ese es el mes más cruel, cuando el lugar común lo ubica como el más cándido. No obstante, una vez postula su juicio, vuelve a los viejos referentes, pues recuerda que es la época de la germinación…más lo que brota son lilas, pero… de la tierra muerta.
Notamos entonces, que se trata de un ir y venir entre lo que está preconcebido (casi como símbolo), y los aguijonazos que lo perturban. La prueba: mezcla recuerdos y anhelos, es decir: pasado y presente, y más allá: la vorágine en que se funden lo que es imposible recuperar y la insistencia en ponerle velas y oraciones al porvenir.
Otros versos, sirven como nuevos eslabones a la cadena: (despierta) inertes raíces con lluvias primaverales; el invierno nos mantuvo cálidos; nutriendo una pequeña vida con tubérculos secos.
El autor embarca al lector en una balsa y lo deja navegar a la deriva, jugando con él a ocultarle y mostrarle la isla que lo salvará. De esa manera, logra gobernarlo, pues zarandeado en sus preconceptos, siente el morbo por indagar en el desarrollo y desenlace del poema. Asimismo, 4 adjetivos son determinantes para redondear la intención de esterilidad que recorre ese primer trayecto poético y marcan la pauta de la lectura: muerta, inerte, olvidadiza, seco.
La segunda tensión surge del vértigo formal. El poema es una carretera con múltiples curvas y paisajes que invita a recorrerla con el pie en el acelerador: Los cambios son frecuentes…y arriesgados: mención a tres estaciones en la estrofa de entrada, identificación de quien narra, alternación de idiomas, inclusión de referencias lejanas (cuando éramos niños, mi primo…), incorporación de cuestionamientos y reflexiones, etc.
Dicho recurso es osado. En primer lugar porque si bien por un lado puede suscitar interés, por otro puede darle paso al aburrimiento. En especial, por el hecho de ser un poema a ratos críptico, que se nutre de la intertextualidad e incorpora metareferencias. De Madame Sosostris, por ejemplo, dice Patricia Sloane (1): "Eliot indicó que el nombre de la señora Sosostris es una adaptación de un episodio de Crome Yellow Huxley. En el episodio de Huxley, un hombre se viste como una mujer. ¿Es Madame Sosostris, según Huxley, un hombre vestido como mujer? Como a menudo se ha señalado, Madame Sosotris tiene un nombre masculino, adaptado del faraón del Éxodo, que mantuvo los hijos de Israel en cautiverio. Los griegos llamaron el Faraón del Éxodo Seostris. Los egipcios lo llamaban Ramsés II ".
Con esos elementos, entre otros, se construyó un poema signado por dos factores que se complementan como fuerzas terrestres: Por un lado una centrífuga que intenta hacer explotar al poema en el rostro y la mente del lector, perturbarlo, ofender su cotidianeidad y sus figuraciones; y por otro una centrípeta, que lo mantiene sujeto al centro y lo estabiliza a través del balance entre equilibrio y desequilibrio que contribuye a la construcción de un universo, que aunque incompleto, logramos percibir como una totalidad.
(1). Patricia Sloane: "Notes and Obserations on T.S. Eliot's Early Poems". In part 12, "Ambiguous Gender,"
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